jueves, 7 de junio de 2012

Narices extraordinarias

En el post de hoy (el que iba originalmente pensado a celebrar la centésima entrada) se me va un poco el puntero y me dedico a analizar cierto aspecto de la literatura que ha despertado mi curiosidad.

Es bien sabido por todos que a  los autores les encantan las descripciones. Lugares, situaciones, apariencia física y personalidad de la gente... Son estas descripciones las que nos ayudan a crearnos una imagen mental de lo que estamos leyendo (aunque siempre nos podemos tomar una cierta libertad para omitir los detalles que no nos convenzan).

Centrándonos en lo físico, ya sea en la literatura o en la vida real, los ojos son una de las partes más importantes, puesto que tanto su color, su forma y la manera de utilizarlos de las personas hacen que nos cautiven, nos atemoricen, nos transmitan paz o intranquilidad porque es como si pudieran ver a través de nosotros.

Sin embargo, hoy no vengo a hablar de ojos verdes, azules o dorados. Existe un cierto miembro bastante distintivo que algunos autores han decidido tratar de manera especial, generalmente refiriéndose a él como objeto de risa y destacando sus a veces considerables proporciones. Ese órgano que destaca al mirar por primera vez a la cara de una persona, áquel que nos puede hacer entrar en trance al considerar sus proporciones con respecto a la cara con la cual estamos hablando. Ese órgano que, aunque de tamaño moderado, nos puede trasladar a todo un mundo de sensaciones.

Me refiero, naturalmente, a la nariz.



En las siguientes líneas procederé a describir y recomendar algunos de los relatos con narices más célebres en la historia de la literatura.




A una nariz - Quevedo

"Érase un hombre a una nariz pegado..." Así comienza uno de los sonetos más memorables de la literatura española. Aún recuerdo la fascinación y las risas posteriores que me provocó su lectura. En él, el autor demuestra su ingenio al realizar hilarantes comparaciones respecto a las importantes dimensiones de cierta nariz.

Érase un hombre a una nariz pegado, 
érase una nariz superlativa, 
érase una nariz sayón y escriba, 
érase un peje espada muy barbado. 

Era un reloj de sol mal encarado, 
érase una alquitara pensativa, 
érase un elefante boca arriba, 
era Ovidio Nasón más narizado. 

Érase un espolón de una galera, 
érase una pirámide de Egipto, 
las doce Tribus de narices era. 

Érase un naricísimo infinito, 
muchísimo nariz, nariz tan fiera 
que en la cara de Anás fuera delito.

La nariz - Akutagawa Ryunosuke

Una gran nariz se puede merecer algo más extenso que un simple soneto, como una historia propia. Este gran autor japonés relata el descontento de un sacerdote budista que tiene la desgracia de poseer en su cara una nariz excesivamente larga, cómo busca repetidamente un remedio para lograr acortarla, y las consecuencias que ésto le conlleva.

"No hay nadie, en todo Ike-no-wo, que no conozca la nariz de Zenchi Naigu. Medirá unos 16 centímetros, y es como un colgajo que desciende hasta más abajo del mentón. Es de grosor parejo desde el comienzo al fin; en una palabra, una cosa larga, con aspecto de embutido, que le cae desde el centro de la cara."


La nariz - Gogol

Igual que Akutagawa, este autor ruso le dedica al miembro nasal una surrealista sátira en la que el funcionario Kovaliov pierde un buen día su nariz, y de las peripecias que sufre hasta dar con ella.

"De pronto, se detuvo atónito a la entrada de una casa. Ante sus ojos se produjo un fenómeno inexplicable: un carruaje paró al pie de la puerta principal y, cuando se abrió la portezuela, saltó a tierra, ligeramente encorvado, un caballero de uniforme que subió con presteza la escalinata. Cuál no sería el sobresalto, y al mismo tiempo la estupefacción de Kovaliov al reconocer a su propia nariz."



Soy un gato - Soseki

El genial Soseki nos describe en uno de los capítulos a la señora Hanako (por supuesto, llamada en japonés 鼻子, traducido como "nariz pequeña". El autor juega con los caracteres, puesto que normalmente Hanako se escribe como 花子 o 華子).

"Sin embargo su nariz (ay, su nariz), era excesivamente larga en comparación con el resto de sus rasgos. Daba la impresión de que la buena señora le hubiera robado aquel apéndice a alguien extremadamente bien dotado y después se lo hubiera plantado a ciegas en el centro de la cara. Aquel cacho de carne lo llenaba prácticamente todo, como una piedra funeraria colocada en un jardín diminuto. Evidentemente, aquella nariz afirmaba su propia trascendencia, pero aun así parecía fuera de lugar. Tenía forma aguileña y al principio se alargaba desmesuradamente para doblarse después a mitad de camino, como si se avergonzara de sus propias dimensiones. Después perdía parte de su vigor y caía a plomo encima de los labios. Era de tal tamaño que, cuando aquella mujer hablaba, parecía que era la nariz la que entraba en acción, en lugar de hacerlo la boca." 

Cyrano de Bergerac - Edmond Rostand

Obra de teatro basada en la vida del poeta Cyrano de Bergerac, poeta y soldado. En el personaje de Cyrano uno de sus rasgos más destacados es su enorme nariz. Para más información acerca de la historia haz click aquí

Aquí podemos apreciar una bonita panorámica de la susodicha :D

Harry Potter

No, no voy a describir a un Harry Potter o un Ron Weasley con unas grandes narices (aunque sería divertido jugar un poco con Photoshop para ver el resultado). Pero haciendo memoria, la autora describe a dos de los protagonistas de la historia haciendo un especial énfasis en su nariz. Dumbledore destaca por poseer una nariz aguileña, ligeramente torcida si no recuerdo mal (hecho que se explica en uno de los últimos libros), mientras que Voldemort se caracteriza por su falta de nariz, tan sólo tiene dos rendijas cual serpiente.

 

Para no aburrir a los lectores hablando de narices llamativas por su tamaño o forma, pasamos ahora a narices extraordinarias... por su capacidad para detectar olores.

 El perfume - Suskind

Este autor alemán ha logrado una magnífica obra en la que se cuenta la historia de Grenouille, un extraño personaje que cuenta con un olfato tremendamente desarrollado. El olfato y las fragancias irán definiendo sus acciones hasta llegar a su muerte. Podría y tal debería explayarme más, pero no quiero desvelar los detalles principales puesto que considero que es una obra que merece mucho la pena leer.  

 

 

La nariz de Edward Trencom -Giles Milton 

 Siguiendo las capacidades olfativas de Grenouille, nos encontramos con este libro, en el cual el protagonista, erudito de los quesos utiliza su nariz para ejercer de "sumiller" en este campo. De momento no  he leído el libro, pero lo dejo apuntado en la wishlist, puede ser una lectura divertida. Se puede encontrar una reseña más extensa aquí.

Y de momento esto es todo en cuanto a las narices literarias. Espero que haya gustado, y se admiten recomendaciones al respecto.

PS: En este artículo ninguna nariz ha sido maltratada.

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